Yorokobu | 11/09/2015
Spanish – En 1962 una bióloga norteamericana, Rachel Carson, publicó un libro que haría historia. Se trataba de Silent Spring, donde, en síntesis, denunciaba que el DDT no se limitaba a ser un pesticida sino un biocida, un veneno que afectaba a todos los seres humanos
[…] Este problema dio lugar a la enunciación del denominado derecho a saber. […] Sin embargo, aunque nos parezca un derecho básico y elemental, no se trata de un derecho explícitamente enunciado, sino que para su ejercicio se ha de recurrir a otras piezas de la ley.